Durante la transición a la menopausia, el cuerpo cambia su forma de almacenar y gestionar la energía. No es solo “ganar unos kilos”: es dónde y cómo se acumulan. La ciencia lleva años observándolo en grandes estudios: la grasa abdominal aumenta más rápido que el peso total, incluso aunque no subas mucho en la báscula. Y esto ocurre por el cambio hormonal, no solo por cumplir años. Ese nuevo reparto, más parecido al patrón “masculino”, está relacionado con un mayor riesgo cardiometabólico.
Además, los estrógenos ayudan a que el cuerpo use bien el azúcar de los alimentos. Cuando bajan,disminuye la sensibilidada la insulina, la hormona que permite que la glucosa entre a las células. ¿Qué significa esto? Que después de comer, los “picos” de azúcar en sangre son más altos y más difíciles de gestionar, y esa ventaja metabólica que teníamos antes de la menopausia se diluye.
Ahora bien, hablemos del mito del “metabolismo lento”. Los datos son clarísimos: el gasto energético total, es decir, la energía que quema nuestro cuerpo a lo largo del día,se mantiene bastante estable entre los 20 y los 60 años. No se cae en picado a los 50. Lo que sí ocurre es que, con la edad, perdemos masa muscular progresivamente, y eso hace que el metabolismo en reposo vaya bajando poco a poco. Pero ese cambio tiene más que ver con la edad y el músculo que con la menopausia en sí.